jueves, 21 de marzo de 2013

¡¡Cuál gritan esos malditos!!

Pero mal rayo me parta,
si en concluendo esta carta,
no han de pagar caros sus gritos.

Así se las gasta el Tenorio, que digo yo que eso es carácter y no lo de la hortera de Belén Esteban.
Os estaréis preguntando que a qué viene todo esto. Pues bien, os lo voy a explicar.
Dando un paseo por Valladolid, el crotorar de las cigüeñas me trajo hasta la Iglesia de San Pablo y ya que estaba por esa zona, inicié un tranquilo deambular por las calles aledañas.
He aquí que a escasos cien metros, reparé en un edificio singular con una leyenda en la fachada "Casa Museo José Zoriila" y obviamente no pude resistirme a entrar.


Lo primero que me encontré, fue con unos jardines espectaculares  preciosos, como si el tiempo se hubiese detenido en el romanticismo y entre rosales, cenadores y columnas de piedra la vegetación y el silencio pareciera invitarme a sentarme a descansar, a leer y a rememorar versos tan conocidos como los ya clásicos "No es verdad, ángel de amor..."



Mi naturaleza curiosona me llevó a adentrarme dentro del edificio y tras pasar junto a un carruaje de época, perfectamente conservado, descubrí que en efecto, me encontraba en la casa del autor del Tenorio, el insigne poeta Don José de Zorrilla.
Tuve la suerte de darme de bruces con una señora muy amable que después de reponerse del susto, me invitó a realizar una visita guiada por las instalaciones.
Esta señora, menuda y dicharachera, resultó ser la escritora salmantina Angela Hernandez, responsable de programación de las actividades de la Casa Museo y una auténtica eminencia en lo referente a Zorrilla.
Desde el Zaguán al desván, la casa encierra un sin fin de preciosos recuerdos de la vida y obra del autor, de tal modo que a lo largo de las diferentes estancias, podemos encontrar desde el escritorio donde compuso cientos de sus versos, hasta la mascará mortuoria que realizó el escultor vallisoletano Aurelio Carretero (quien por cierto...no llegó a cobrar un duro por ello).


La casa de Zorrilla conserva el aura de misterio tan típica en aquellos lugares donde ha vivido un gran artista y además del recuerdo latente del alma del escritor, los trabajadores del museo, afirman que se suceden en ella una serie de fenómenos paranormales asociados con doña Nicolasa, la abuela de José Zorrilla.
Si entráis en los aposentos de esta señora, notaréis cómo se os erizan los pelos del lomo (si tenéis) y como la temperatura ambiente desciende unos grados.
Pero bueno...los muertos con los muertos, que esta casa está muy viva.
Y digo que está muy viva con razón, puesto que a lo largo de todo el año, se suceden en ella docenas de actividades para todos los gustos y para todas las edades.
Desde las exposiciones en el Zaguán, a las conferencias en la sala Narciso Cortés o los talleres infantiles de carnaval y navidad.
El ya clásico "Se armó el Belén", que todas las navidades atrae a decenas de miles de vallisoletanos, las lecturas teatralizadas del Tenorio la víspera de la festividad de Todos los Santos, las animaciones y visitas dramatizadas a la casa el "Día internacional de los museos" y "La noche europea de los museos", la sumamente original "La cápsula del tiempo", las gincanas por la casa y el jardín, la "Semana de estudios románticos", la "Noche de Don Juan" (el 24 de junio), los "Martes de Julio", los "Desayunos de la biblioteca"... en fin oiga, un no parar de hacer cosas a cual más interesante.
Pero sin duda, la actividad estrella de la Casa de Zorrilla y más concretamente de la sala Narciso Alonso Cortés, son los recitales poéticos vespertinos por los que han pasado ya decenas de poetas deseosos de compartir su inspiración y sus versos con quien quiera escucharlos en este recoleto rincón.

Esta casa museo cuenta con un servicio de guía (guapa y maja como ella sola) que acompaña la visita explicando anécdotas y curiosidades relacionadas con todo lo que allí podemos encontrar.

Si vivís en Valladolid y no lo conocéis, no dejéis de acercaros y a todos los que venís de fuera, creo que merece no mucho, muchísimo la pena dejarse caer por allí y transportaros comodamente al siglo XIX 8 y además, ni la entrada, ni las actividades cuestan un duro).
Estoy convencido de que será una experiencia inolvidable.

Por supuesto, al salir, a escasos cincuenta metros os encontraréis con la zona de San Martín, donde podréis degustar vinos y pinchos típicos de Valladolid.
Vamos... ¿no os parece un planazo?
A mí si.

Un besazo enorme a todo el equipo de la Casa: Paz, Angela, Ana, Juan Carlos, Mila y Begoña y a todos aquellos que han hecho posible conservar algo tan preciado como el recuerdo de uno de los mayores poetas que ha dado este país.
Palabra de Mogwai.

2 comentarios:

  1. Las visitas teatralizadas estan fenomenal.
    Yo fui un año con mi marido y mi hija y lo pasamos muy bien.

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