miércoles, 3 de abril de 2013

Santa Semana

...la que hemos pasado en Valladolid, a fe mía.
Pónganse en mi lugar, un Mogwai, que no puede mojarse porque se reproduce en el acto, con lo cara que está la ropa de bebé y con la de responsabilidades que conlleva la paternidad.
Pues nada, todo el día aterrado mirando al cielo y con el chubasquero de cuerpo entero y un paraguas tamaño King-size.
Pero como sarna con gusto, no pica, yo me he echado a la calle con la ilusión del que se va a encontrar con algo diferente.
Lo cierto es que en efecto, el tiempo no ha respetado mucho y tan solo he podido asistir a unas cuantas procesiones, aquellas que no se suspendieron por las inclemencias meteorológicas.
Desde luego los que me insistieron en salir a la calle llevaban razón: la Semana Santa vallisoletana es algo excepcional.


Partimos de la base de que la imaginería es espectacular, ya que en cualquier esquina uno puede toparse con tallas de autores como Juan De Juni, Alonso Berruguete o Gregorio Fernandez, auténticas joyas escultóricas que magnifican en sus detalles la pasión, el sufrimiento y el rigor de los pasajes del nuevo testamento que representan.
Vamos... que se queda uno de piedra al ver desfilar un Cristo camino del Calvario, una Virgen de las Angustias o un Jesús crucificado.
El público que asiste a estas procesiones, se imbuye del sentimiento de los cofrades y predomina el silencio y el respeto, alterado tan solo por los tambores y las cornetas.
Puedes ser religioso, puedes no serlo, pero de alguna manera este tipo de celebraciones invitan al recogimiento.
Valladolid vive de una manera muy particular la Semana Santa, de una forma muy distante a la algarabía de otras Semanas Santas españolas.


No digo que sea mejor, ni peor, simplemente tiene un algo muy especial.
Después de las procesiones, no he dudado en patearme los bares y restaurantes de la ciudad, que en muchas ocasiones colgaron el cartel de completo ya que la afluencia de turistas en estas fechas es considerable.
El vino como elemento aglutinador, cobijando un sin fin de pinchos y tapas donde se reconoce el porqué Valladolid es un referente en el terreno gastronómico.

Vamos...que me he puesto como un osete.
He aprovechado para charlar con muchos forasteros y la verdad es que en su gran mayoría, y dejando el clima aparte, las sensaciones eran estupendas.
Desde la oficina de Turismo se ofertaron un buen número de rutas por la ciudad, algunas nuevas y exclusivas para este tiempo litúrgico, en las que imagineros e imaginería cobraban vida y aclaraban algunos de los misterios que envuelven a la Semana Santa vallisoletana.
No puedo obviar la "Ruta del hereje" tomada de las descripciones del famoso libro del escritor vallisoletano Miguel Delibes.
Tampoco puedo dejar de hacer referencia a la singular ruta de "El bus del vino" en la que un autobús recorre la Ribera del Duero, realizando catas, visitas culturales y degustaciones.
La oferta turística es muy amplia en Semana Santa y todos se esfuerzan para que la estancia de aquellos que se acercan por aquí, sea lo más agradable y completa posible.
Ya lo he vivido y ya lo he experimentado en mis carnes, por lo que os invito a acercaros el año próximo y disfrutar de unos días realmente emocionantes y singulares en Valladolid.
De verdad, hay mucho que ve en esta ciudad y mucho que recomendar, pero la Semana Santa es una apuesta segura.

Palabra de Mogwai.


1 comentario:

  1. Me parto...
    Esta guay conocer un punto de vista tan diferente.

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